Lo mejor de la poesía son los amigos que nos da Raul Gustavo Aguirre
Acerca de
Poemas en Castellano es un blog que intenta recopilar lo mejor de la poesÃa castellana
Frases
âEscribid con amor, con corazón, lo que os alcance, lo que os antoje. Que eso será bueno en el fondo, aunque la forma sea incorrecta; será apasionado, aunque a veces sea inexacto; agradará al lector, aunque rabie Garcilaso; no se parecerá a lo de nadie; pero; bueno o malo, será vuestro, nadie os lo disputará; entonces habrá prosa, habrá poesÃa, habrá defectos, habrá belleza.â
Mano entregada Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-1984)
Pero otro día toco tu mano. Mano tibia. Tu delicada mano silente. A veces cierro mis ojos y toco leve tu mano, leve toque que comprueba su forma, que tienta su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca el amor. Oh carne dulce que sí se empapa del amor hermoso. Es por la piel secreta, secretamente abierta, invisiblemente entreabierta, por donde el calor tibio propaga su voz, su afán dulce; por donde mi voz penetra hasta tus venas tibias, para rodar por ellas en tu escondida sangre, como otra sangre que sonara oscura, que dulcemente oscura te besara por dentro, recorriendo despacio como sonido puro ese cuerpo que ahora resuena mío, mío poblado de mis voces profundas, oh resonado cuerpo de mi amor, oh poseído cuerpo, oh cuerpo sólo sonido de mi voz poseyéndole. Por eso, cuando acaricio tu mano sé que sólo el hueso rehúsa mi amor -el nunca incandescente hueso del hombre-. Y que una zona triste de tu ser se rehúsa, mientras tu carne entera llega un instante lúcido en que total flamea, por virtud de ese leve contacto de tu mano, de tu porosa mano suavísima que gime, tu delicada mano silente, por donde entrodespacio, despacísimo, secretamente en tu vida, hasta tus venas hondas totales donde bogo, donde te pueblo y canto completo entre tu carne.
No es tu final como una copa vana que hay que apurar. Arroja el casco, y muere. Por eso lentamente levantas en tu mano un brillo o una mención, y arden tus dedos, como una nieve súbita. Está y no estuvo, pero estuvo y calla. El frío quema y en tus ojos nace su memoria. Recordar es obsceno, peor: es triste. Olvidar es morir. Con dignidad murió. Su sombra cruza.
Se querían Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-1984)
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada, labios saliendo de la noche dura, labios partidos, sangre, ¿sangre dónde? Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz. Se querían como las flores a las espinas hondas, a esa amorosa gema del amarillo nuevo, cuando los rostros giran melancólicamente, giralunas que brillan recibiendo aquel beso. Se querían de noche, cuando los perros hondos laten bajo la tierra y los valles se estiran como lomos arcaicos que se sienten repasados: caricia, seda, mano, luna que llega y toca. Se querían de amor entre la madrugada, entre las duras piedras cerradas de la noche, duras como los cuerpos helados por las horas, duras como los besos de diente a diente solo. Se querían de día, playa que va creciendo, ondas que por los pies acarician los muslos, cuerpos que se levantan de la tierra y flotando... Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo. Mediodía perfecto, se querían tan íntimos, mar altísimo y joven, intimidad extensa, soledad de lo vivo, horizontes remotos ligados como cuerpos en soledad cantando. Amando. Se querían como la luna lúcida, como ese mar redondo que se aplica a ese rostro, dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida, donde los peces rojos van y vienen sin música. Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios, ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas, mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal, metal, música, labio, silencio, vegetal, mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.
¡Ah! Eres tú, eres tú, eterno nombre sin fecha, bravía lucha del mar con la sed, cantil todo de agua que amenazas hundirte sobre mi forma lisa, lámina sin recuerdo. Eres tú, sombra del mar poderoso, genial rencor verde donde todos los peces son como piedras por el aire, abatimiento o pesadumbre que amenazas mi vida como un amor que con la muerte acaba. Mátame si tú quieres, mar de plomo impiadoso, gota inmensa que contiene la tierra, fuego destructor de mi vida sin numen aquí en la playa donde la luz se arrastra. Mátame como si un puñal, un sol dorado o lúcido, una mirada buida de un inviolable ojo, un brazo prepotente en que la desnudez fuese el frío, un relámpago que buscase mi pecho o su destino... ¡Ah, pronto, pronto; quiero morir frente a ti, mar, frente a ti, mar vertical cuyas espumas tocan los cielos, a ti cuyos celestes peces entre nubes son como pájaros olvidados del hondo! Vengan a mí tus espumas rompientes, cristalinas, vengan los brazos verdes desplomándose, venga la asfixia cuando el cuerpo se crispa sumido bajo los labios negros que se derrumban. Luzca el morado sol sobre la muerte uniforme. Venga la muerte total en la playa que sostengo, en esta terrena playa que en mi pecho gravita, por la que unos pies ligeros parece que se escapan. Quiero el color rosa o la vida, quiero el rojo o su amarillo frenético, quiero ese túnel donde el color se disuelve en el negro falaz con que la muerte ríe en la boca. Quiero besar el marfil de la mudez penúltima, cuando el mar se retira apresurándose, cuando sobre la arena quedan sólo unas conchas, unas frías escamas de unos peces amándose. Muerte como el puñado de arena, como el agua que en el hoyo queda solitaria, como la gaviota que en medio de la noche tiene un color de sangre sobre el mar que no existe.
Tormento del amor Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-1984)
Te amé, te amé, por tus ojos, tus labios, tu garganta, tu voz, tu corazón encendido en violencia. Te amé como a mi furia, mi destino furioso, mi cerrazón sin alba, mi luna machacada.
Eras hermosa. Tenías ojos grandes. Palomas grandes, veloces garras, altas águilas potentísimas... Tenías esa plenitud por un cielo rutilante donde el fragor de los mundos no es un beso en tu boca.
Pero te amé como la luna ama la sangre, como la luna busca la sangre de las venas, como la luna suplanta a la sangre y recorre furiosa las venas encendidas de amarillas pasiones.
No sé lo que es la muerte, si se besa la boca. No sé lo que es morir. Yo no muero. Yo canto. Canto muerto y podrido como un hueso brillante, radiante ante la luna como un cristal purísimo.
Canto como la carne, como la dura piedra. Canto tus dientes feroces sin palabras. Canto su sola sombra, su tristísima sombra sobre la dulce tierra donde un césped se amansa.
Nadie llora. No mires este rostro donde las lágrimas no viven, no respiran. No mires esta piedra, esta llama de hierro, este cuerpo que resuena como una torre metálica.
Tenías cabellera, dulces rizos, miradas y mejillas. Tenías brazos, y no ríos sin límite. Tenías tu forma, tu frontera preciosa, tu dulce margen de carne estremecida. Era tu corazón como alada bandera.
¡Pero tu sangre no, tu vida no, tu maldad no! ¿Quién soy yo que suplica a la luna mi muerte? ¿Quién soy yo que resiste los vientos, que siente las heridas de sus frenéticos cuchillos, que le mojen su dibujo de mármol como una dura estatua ensangrentada por la tormenta?
¿Quién soy yo que no escucho entre los truenos, ni mi brazo de hueso con signo de relámpago, ni la lluvia sangrienta que tiñe la yerba que ha nacido entre mis pies mordidos por un río de dientes? ¿Quién soy, quién eres, quién te sabe? ¿A quién amo, oh tú, hermosa mortal, amante reluciente, pecho radiante; ¿a quién o a quién amo, a qué sombra, a qué carne, a qué podridos huesos que como flores me embriagan?
Los poetas Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-1984)
¿Los poetas, preguntas? Yo vi una flor quebrada por la brisa. El clamor silencioso de pétalos cayendo arruinados de sus perfectos sueños. ¡Vasto amor sin delirio bajo la luz volante, mientras los ojos miran un temblor de palomas que una asunción inscriben! Yo vi, yo vi otras alas. Vastas alas dolidas. Ángeles desterrados de su celeste origen en la tierra dormían su paraíso excelso. Inmensos sueños duros todavía vigentes se adivinaban sólidos en su frente blanquísima. ¿Quién miró aquellos mundos, isla feraz de un sueño, pureza diamantina donde el amor combate? ¿Quién vio nubes volando, brazos largos, las flores, las caricias, la noche bajo los pies, la luna como un seno pulsando? Ángeles sin descanso tiñen sus alas lúcidas de un rubor sin crepúsculo, entre los valles verdes. Un amor, mediodía, vertical se desploma permanente en los hombros desnudos del amante. Las muchachas son ríos felices; sus espumas -manos continuas- atan a los cuellos las flores de una luz suspirada entre hermosas palabras. Los besos, los latidos, las aves silenciosas, todo está allá, en los senos secretísimos, duros, que sorprenden continuos a unos labios eternos. ¡Qué tierno acento impera en los bosques sin sombras, donde las suaves pieles, la gacela sin nombre, un venado dulcísimo, levanta su respuesta sobre su frente al día! ¡Oh, misterio del aire que se enreda en los bultos inexplicablemente, como espuma sin dueño! Ángeles misteriosos, humano ardor, erigen cúpulas pensativas sobre las frescas ondas. Sus alas laboriosas mueven un viento esquivo, que abajo roza frentes amorosas del aire. Y la tierra sustenta pies desnudos, columnas que el amor ensalzara, templos de dicha fértil, que la luna revela. Cuerpos, almas o luces repentinas, que cantan cerca del mar, en liras casi celestes, solas. ¿Quién vio ese mundo sólido, quién batió con sus plumas ese viento radiante que en unos labios muere dando vida a los hombres? ¿Qué legión misteriosa, ángeles en destierro, continuamente llega, invisible a los ojos? No, no preguntes; calla. La ciudad, sus espejos, su voz blanca, su fría crueldad sin sepulcro, desconoce esas alas. Tú preguntas, preguntas...
Unidad en ella Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-1984)
Cuerpo feliz que fluye entre mis manos, rostro amado donde contemplo el mundo, donde graciosos pájaros se copian fugitivos, volando a la región donde nada se olvida. Tu forma externa, diamante o rubí duro, brillo de un sol que entre mis manos deslumbra, cráter que me convoca con su música íntima, con esa indescifrable llamada de tus dientes. Muero porque me arrojo, porque quiero morir, porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera no es mío, sino el caliente aliento que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo. Deja, deja que mire, teñido del amor, enrojecido el rostro por tu purpúrea vida, deja que mire el hondo clamor de tus entrañas donde muero y renuncio a vivir para siempre. Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente que regando encerrada bellos miembros extremos siente así los hermosos límites de la vida. Este beso en tus labios como una lenta espina, como un mar que voló hecho un espejo, como el brillo de un ala, es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo, un crepitar de la luz vengadora, luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza, pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
Mira tu mano, que despacio se mueve, transparente, tangible, atravesada por la luz, hermosa, viva, casi humana en la noche. Con reflejo de luna, con dolor de mejilla, con vaguedad de sueño mírala así crecer, mientras alzas el brazo, búsqueda inútil de una noche perdida, ala de luz que cruzando en silencio toca carnal esa bóveda oscura. No fosforece tu pesar, no ha atrapado ese caliente palpitar de otro vuelo. Mano volante perseguida: pareja. Dulces, oscuras, apagadas, cruzáis. Sois las amantes vocaciones, los signos que en la tiniebla sin sonido se apelan. Cielo extinguido de luceros que, tibios, campo a los vuelos silenciosos te brindas. Manos de amantes que murieron, recientes, manos con vida que volantes se buscan y cuando chocan y se estrechan encienden sobre los hombres una luna instantánea.
Mirada final (Muerte y reconocimiento) Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-1984)
La soledad, en que hemos abierto los ojos. La soledad en que una mañana nos hemos despertado, caídos, derribados de alguna parte, casi no pudiendo reconocernos. Como un cuerpo que ha rodado por un terraplén y, revuelto con la tierra súbita, se levanta y casi no puede reconocerse. Y se mira y se sacude y ve alzarse la nube de polvo que él no es, y ve aparecer sus miembros, y se palpa: "Aquí yo, aquí mi brazo, y este mi cuerpo, y esta mi pierna, e intacta está mi cabeza"; y todavía mareado mira arriba y ve por dónde ha rodado, y ahora el montón de tierra que le cubriera está a sus pies y él emerge, no sé si dolorido, no sé si brillando, y alza los ojos y el cielo destella con un pesaroso resplandor, y en el borde se sienta y casi siente deseos de llorar. Y nada le duele, pero le duele todo. Y arriba mira el camino, y aquí la hondonada, aquí donde sentado se absorbe y pone la cabeza en las manos; donde nadie le ve, pero un cielo azul apagado parece lejanamente contemplarle. Aquí, en el borde del vivir, después de haber rodado toda la vida como un instante, me miro. Esta tierra fuíste tú, amor de mi vida? Me preguntaré así cuando en el fin me conozca, cuando me reconozca y despierte, recién levantado de la tierra, y me tiente, y sentado en la hondonada, en el fin, mire un cielo piadosamente brillar? No puedo concebirte a ti, amada de mi existir, como solo una tierra que se sacude al levantarse, para acabar cuando el largo rodar de la vida ha cesado. No, polvo mío, tierra súbita que me ha acompañado todo el vivir. No, matéria adherida y tristísima que una postrer mano, la mía misma, hubiera al fin de expulsar. No: alma más bien en que todo yo he vivido, alma por la que me fue la vida posible y desde la que también alzaré mis ojos finales cuando con estos mismos ojos que son los tuyos, con los que mi alma contigo todo lo mira, contemple con tus pupilas, con las solas pupilas que siento bajo los párpados, en el fin el cielo piadosamente brillar.
No te olvides, temprana, de los besos un día. De los besos alados que a tu boca llegaron. Un instante pusieron su plumaje encendido sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto. Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto, En tu boca latiendo su celeste plumaje. Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha. ¿Quién no besa esos pájaros cuando llegan, escapan? Entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos. Ah, los picos delgados entre labios se hunden. Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía. ¡Cuán graciosa, cuán fina, cuán esbelta reinabas! Luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes. Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes, que te rozan. revuelan, mientras ciega tú brillas. No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan. Mira: vuelan, ascienden, el azul los adopta. Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo. Gimen, cantan, esplenden. En el cielo deliran.
Vicente Aleixandre -Canción a una muchacha muerta-
Canción a una muchacha muerta Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-1984)
Díme, díme el secreto de tu corazón virgen, díme el secreto de tu cuerpo bajo tierra, quiero saber por qué ahora eres un agua, esas orillas frescas donde unos pies desnudos se bañan con espuma. Díme por qué sobre tu pelo suelto, sobre tu dulce hierba acariciada, cae, resbala, acaricia, se vaun sol ardiente o reposado que te toca como un viento que lleva sólo un pájaro o mano. Díme por qué tu corazón como una selva diminuta espera bajo tierra los imposibles pájaros, esa canción total que por encima de los ojos hacen los sueños cuando pasan sin ruido. Oh tú, canción que a un cuerpo muerto o vivo, que a un ser hermoso que bajo el suelo duerme, cantas color de piedra, color de beso o labio, cantas como si el nácar durmiera o respirara. Esa cintura, ese débil volumen de un pecho triste, ese rizo voluble que ignora el viento, esos ojos por donde sólo boga el silencio, esos dientes que son de marfil resguardado, ese aire que no mueve unas hojas no verdes. ¡Oh tú, cielo riente que pasas como nube; oh pájaro feliz que sobre un hombro ríes; fuente que, chorro fresco, te enredas con la luna; césped blando que pisan unos pies adorados!
El más bello amor Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-1984)
Anteayer distante Un día muy remoto me encontré con el vidrio nunca visto con una mariposa de lengua con esa vibración escapada de donde estaba bien sujeta. Yo había llorado diez siglos como diez gotas fundidas y me había sentido con la belleza de lo intranscurrido contemplando la velocidad del expreso Pero comprendí que todo era falso Falsa la forma de la vaca que sueña con ser una linda doncellita incipiente Falso lo del falso profesor que ha esperado al cabo comprender su desnudo Falsa hasta la sencilla manera con que las muchachas cuelgan de noche sus pechos que no están tocados Pero me encontré un tiburón en forma de cariño no no: en forma de tiburón amado escualo limpio, corazón extensible, ardor o crimen deliciosa posesión que consiste en el mar Nubes atormentadas al cabo convertidas en mejillas Tempestades hechas azul sobre el que fatigarse queriéndose dulce abrazo viscoso de lo más grande y más negro esa forma imperiosa que sabe a resbaladizo infinito Así sin acabarse mudo ese acoplamiento sangriento respirando sobre todo una tinta espesa los besos son las manchas las extensibles manchas que no me podrán arrancar las manos más delicadas Una boca imponente como una fruta bestial como un puñal que de la arena amenaza el amor un mordisco que abarcase toda el agua o la noche un nombre que resuena como un bramido rodante todo lo que musitan unos labios que adoro Dime dime el secreto de tu dulzura esperada de esa piel que reserva su verdad como sístole duérmete entre mis brazos como una nuez vencida como un mínimo ser que olvida sus cataclismos. Tú eres un punto sólo una coma o pestaña eres el mayor monstruo del océano único eres esa montaña que navegando ocupa el fondo de los mares como un corazón desbordante Te penetro callado mientras grito o desgarro mientras mis alaridos hacen música o sueño porque beso murallas las que nunca tendrán ojos y beso esa yema fácil sensible como la pluma La verdad la verdad la verdad es ésta que digo esa inmensa pistola que yace sobre el camino ese silencio -el mismo- que finalmente queda cuando con una escoba primera aparto los senderos
Un pájaro de papel en el pecho dice que el tiempo de los besos no ha llegado; vivir, vivir, el sol cruje invisible, besos o pájaros, tarde o pronto o nunca. Para morir basta un ruidillo, el de otro corazón al callarse, o ese regazo ajeno que en la tierra es un navío dorado para los pelos rubios. Cabeza dolorida, sienes de oro, sol que va a ponerse; aquí en la sombra sueño con un río, juncos de verde sangre que ahora nace, sueño apoyado en tí calor o vida.
Bajo el sollozo un jardín no mojado Oh pájaros los cantos los plumajes Esta lírica mano azul sin sueño. Del tamaño de un ave unos labios. No escucho El paisaje es la risa. Dos cinturas amándose. Los árboles en sombra segregan voz Silencio Así repaso niebla o plata dura beso en la frente lírica agua sola agua de nieve corazón o urna vaticinio de besos ¡oh cabida! donde ya mis oídos no escucharon los pasos en la arena o luz o sombra
Aún mas que el mar, el aire, más inmenso que el mar, está tranquilo. Alto velar de lucidez sin nadie. Acaso la corteza pudo un día, de la tierra, sentirte, humano. Invicto, el aire ignora que habitó en tu pecho. Sin memoria, inmortal, el aire esplende.
El sol Vicente Aleixandre (España, 1898-1984) Leve, ingrávida, apenas, la sandalia. Pisadas sin carne. Diosa sola, demanda a un mundo planta para su cuerpo, arriba solar. No cabellera digáis: cabello ardiente. Decid sandalia, leve pisada; decid sólo, no tierra, grama dulce que cruje a ese destello, tan suave que la adora cuando la pisa. ¡ Oh, siente tu luz, tu grave tacto solar ! Aquí, sintiéndote, la tierra es el cielo. Y brilla.
Yo sé que estás aquí en mi mano te tengo, rosa fría. Desnudo el rayo débil del sol te alcanza. Hueles, emanas. ¿ Désde dónde, trasunto helado que hoy me mientes ? ¿ Desde un reino secreto de hermosura, donde tu aroma esparces, para invandir un cielo total en que dichosos tus solos aires, fuegos, perfumes se respiran? ¡Ah, sólo allí celestes criaturas tú embriagas! Pero aquí, rosa fría secreta estás, inmóvil; menuda rosa pálida que en esta mano finges tu imagen en la tierra.
Se ha de ver en tus manos el viento, anclado en tus dedos, alzarse y prenderte. De llama en tu pelo-crepúsculo-, se enrosca a mi cuerpo y se yerguehecho cinta y reflejo, de cobre en tus ojos, de carne en mis dedos, Si te das al viento date toda hecha viento contra viento, y tómame en él y viérteme el cuerpo, antes que mi frente, tú y el viento lejos, sea sólo roce, memoria del viento.
Estancia soleada. ¿A dónde vas, mirada? A estas paredes blancas, clausura de esperanza. Paredes techo, suelo: gajo prieto de tiempo. Cerrado en él, mi cuerpo. Mi cuerpo, vida, esbelto. Se le caerán un día límites. ¡Qué divina desnudez! Peregrina luz. ¡Alegría, alegría! Pero estarán cerrados los ojos. Derribados paredones. Al raso, luceros clausurados.
Menudo imprime el pie la huella de los dedos sobre la arena fina, que besa el largo viento. Levántala, la lleva a dar contra mi pecho, y, áun calientes, cinco yemas de carne siento. El gesto blando que mi mano opone al viento es molde que yo al breve, huidizo pie le ofrezco. Mas ya el pasaje, esquivo, se alza y quiebra al céfiro, y el pie con lluvia fina de arena, cae disperso.
Vinieras y te fueras dulcemente, de otro camino a otro camino. Verte, y ya otra vez no verte. Pasar por un puente a otro puente. -El pie breve, la luz vencida alegre-, Muchacho que sería yo mirando aguas abajo la corriente, y en el espejo de tu pasaje fluir, desvanecerse.
Giro redondo, gayo, vertiginoso, suelto, sobre la arena. Excusas entre los tiernos fresnos. Sombras. La piel desierta. Ojos -sin mar- risueños. Verdes sobre la risa. Frente a la noche, negros. Iris de voluntades. Palpitación. Bosquejo. Por entre las lomas falsas una verdad y un sueño. Fuga por galería, sin esperar. Diverso todo el paisaje. Sumo, claro techado, el cielo.
Nacimiento del amor Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-1984)
¿Cómo nació el amor? Fue ya en otoño. Maduro el mundo,no te aguardaba ya. Llegaste alegre, ligeramente rubia, resbalando en lo blando del tiempo. Y te miré. ¡Qué hermosa me pareciste aún, sonriente, vívida, frente a la luna aún niña, prematura en la tarde, sin luz, graciosa en aires dorados; como tú, que llegabas sobre el azul, sin beso, pero con dientes claros, con impaciente amor!
Te miré. La tristeza se encogía a lo lejos, llena de paños largos, como un poniente graso que sus ondas retira. Casi una lluvia fina -¡el cielo azul!- mojaba tu frente nueva. ¡Amante, amante era el destino de la luz! Tan dorada te miré que los soles apenas se atrevían a insistir, a encenderse por ti, de ti, a darte siempre su pasión luminosa, ronda tierna de soles que giraban en torno a ti, astro dulce, en torno a un cuerpo casi transparente, gozoso que empapa luces húmedas, finales, de la tarde, y vierte, todavía matinal, sus auroras.
Eras tú, amor, destino, final amor luciente, nacimiento penúltimo hacia la muerte acaso. Pero no. Tú asomaste. ¿Eras ave, eras cuerpo, alma sólo? Ah, tu carne traslúcida besaba como dos alas tibias, como el aire que mueve un pecho respirando,y sentí tus palabras, tu perfume,y en el alma profunda, clarividentediste fondo. Calado de ti hasta el tuétano de la luz,sentí tristeza, tristeza del amor: amor es triste. En mi alma nacía el día. Brillando estaba de ti, tu alma en mi estaba. Sentí dentro, en mi boca, el sabor a la aurora. Mis sentidos dieron su dorada verdad. Sentí a los pájaros en mi frente piar, ensordeciendo mi corazón. Miré por dentro los ramos, las cañadas luminosas, las alas variantes, y un vuelo de plumajes de color, de encendidos presentes me embriagó, mientras todo mi ser a un mediodía, raudo, loco, creciente se incendiaba y mi sangre ruidosa se despeñaba en gozos de amor, de luz, de plenitud, de espuma.
En la plaza Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898-1984)
Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo, sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido, llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado. No es bueno quedarse en la orilla como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca. Sino que es puro y sereno arrasarse en la dichade fluir y perderse, encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido. Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso, y le he visto bajar por unas escaleras y adentarse valientemente entre la multitud y perderse. La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido. Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo, con silenciosa humildad, allí él también transcurría. Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia. Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo, un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano, su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba. Y era el serpear que se movía como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso, pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra. Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse. Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete, con los ojos extraños y la interrogación en la boca, quieras algo preguntar a tu imagen, no te busques en el espejo,en un extinto diálogo en que no te oyes. Baja, baja despacio y búscate entre los otros. Allí están todos, y tú entre ellos. Oh, desnúdate, y fúndete, y reconócete. Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua, introduce primero sus pies en la espuma, y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide. Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía. Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo. Y allí fuerte se reconoce, y crece y se lanza, y avanza y levanta espumas, y salta y confía, y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven. Así, entra con los pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza. Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo. ¡Oh pequeño corazón dimunuto, corazón que quiere latir para ser él también el unánime corazón que le alcanza!
Sobre la falda tenía el libro abierto, en mi mejilla tocaban sus rizos negros, no veíamos las letras ninguno, creo, mas guardábamos ambos hondo silencio. ¿Cuánto duró? Ni aun entonces pude saberlo. Sólo sé que no se oía más que el aliento que apresurado escapaba del labio seco. Sólo sé que nos volvimos los dos a un tiempo, y nuestros ojos se hallaron y sonó un beso. ......................... .......................... Creación de Dante era el libro, era su Infierno. Cuando a él bajamos los ojos, yo dije trémulo: ¿Comprendes ya que un poema cabe en un verso? Y ella respondió encendida: -¡Ya lo comprendo!
Rimas- XIII Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-1870) Tu pupila es azul, y cuando ríes su claridad suave me recuerda el trémulo fulgor de la mañana que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul y cuando lloras las transparentes lágrimas en ella se me figuran gotas de rocío sobre una violeta.
Tu pupila es azul y si en el fondo como un punto de luz radia una idea me parece en el cielo de la tarde una perdida estrella.
Rimas- XI Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-1870)
Yo soy ardiente, yo soy morena, Yo soy el símbolo de la pasión; De ansia de goces mi alma esta llena. ¿A mí me buscas? – No, no es a ti. Mi frente es pálida; mis trenzas, de oro; Puedo brindarte dichas sin fin; Yo de ternura guardo un tesoro. ¿A mí me llamas? – No, no es a ti. Yo soy un sueño, un imposible, Vano fantasma de niebla y luz; Soy incorpórea, soy intangible; No puedo amarte. - ¡Oh ven; ven tú!
Rimas- X Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-1870)
Los invisibles átomos del aire en derredor palpitan y se inflaman el cielo se deshace en rayos de oro la tierra se estremece alborozada Oigo flotando en olas de armonía umor de besos y batir de alas, mis párpados se cierran...¿Qué sucede? ¿Dime?... ¡Silencio!... ¿Es el amor que pasa?
Rimas- IX Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-1870)
Besa el aura que gime blandamente las leves ondas que jugando riza el sol besa a la nube de occidente y de púrpura y oro la matiza la llama en derredor del tronco ardiente por besar a otra llama se desliza y hasta el sauce inclinándose a su peso al río que lo besa, vuelve un beso.
Rimas- VIII Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-1870)
Cuando miro el azul horizonte perderse a lo lejos a través de una gasa de polvo dorado e inquieto, me parece posible arrancarme del mísero suelo, y flotar con la niebla dorada en átomos levescual ella deshecho.
Cuando miro de noche en el fondo obscuro del cielo las estrellas temblar, como ardientes pupilas de fuego, me parece posible a do brillan subir en un vuelo, y anegarme en su luz, y con ella en lumbre encendido fundirme en un beso
En el mar en la duda en que bogo ni aún se lo que creo: ¡Sin embargo, estas ansias me dicen que yo llevo algo divino aquí dentro
Rimas- I Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-1870)
Yo sé un himno gigante y extraño que anuncia en la noche del alma una aurora, y estas páginas son de este himno cadencias que el aire dilata en la sombras.
Yo quisiera escribirlo, del hombre domando el rebelde, mezquino idioma, con palabras que fuesen a un tiempo suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar; que no hay cifra capaz de encerrarlo, y apenas, ¡oh hermosa! pudiera al oído, contártelo a solas.
Ultima noción de Laura Mario Benedetti (Uruguay, 1920)
Usted Martín Santomé no sabe cómo querría tener yo ahora todo el tiempo del mundo para quererlo pero no voy a convocarlo junto a mí ya que aún en el caso de que no estuviera toda muriéndome entonces moriría sólo de aproximarme a su tristeza. Usted Martín Santomé no sabe cuánto he luchado por seguir viviendo cómo he querido vivir para vivirlo porque me estoy muriendo, Santomé. Usted, claro, no sabe ya que nunca se lo he dicho ni siquiera en esas noches en que usted me descubre con sus manos incrédulas y libres usted no sabe cómo yo valoro su sencillo coraje de quererme. Usted Martín Santomé no sabe y sé que no lo sabe porque he visto sus ojos despejandola incógnita del miedo. No sabe que no es viejo que no podría serlo en todo caso allá usted con sus años yo estoy segura de quererlo así. Usted Martín Santomé no sabe qué bien, que lindo dice Avellaneda de algún modo ha inventado mi nombre con su amor. Usted es la respuesta que yo esperaba a una pregunta que nunca he formulado usted es mi hombre y yo la que abandono usted es mi hombre y yo la que flaqueo Usted Martín Santomé no sabe al menos no lo sabe en esta espera qué triste es ver cerrarse la alegría sin previo aviso de un brutal portazo. Es raro pero siento que me voy alejando de usted y de mí que estábamos tan cerca de mí y de usted. Quizá porque vivir es eso es estar cerca y yo me estoy muriendo Santomé no sabe usted qué oscura qué lejos qué callada Usted Martín Martín... ¿cómo era? los nombres se me caen yo misma me estoy cayendo usted de todos modos no sabe ni imagina qué sola va a quedar mi muerte sin su vi da.
Allá en mis 29 años circulaban dos tipos de tranvías los amarillos de la transatlántica los rojos de la comercial pero aparte de que fueran alemanes o ingleses había una tremenda diferencia en la comercial viajaba yo en la transatlántica unos desconocidos
El 36 iba a Punta Carretas y a las seis y cuarto de la mañana frágil cuando se levantaba como niebla el rocío yo lo tomaba a diario para asistir al Deutsche Schule de la calle soriano
Era un horario para gente estoica razón por la que íbamos sólo dos pasajeros yo sentado adelante junto a la ventanilla y bien atrás un viejo bajito y honorable siempre de traje oscuro y con barba canosa que leía su diario y jamás me miraba
Hoy me gusta pensarlo aquel puntual usuario seguro que tomaba el crujiente tranvía en una vaga esquina del siglo XIX pero en aquel entonces hubo alguien mi padre que dijo ése es el poeta nacional ése es don juan zorrilla de sanmartín
Lo cierto fue que el augusto nombre no me reveló nada así que lo seguí considerando un viejo bajo y de oscuro ceño fruncido y barba uno que diariamente compartí conmigo el 36 de la comercial poco después moría con todos los honores
Recuerdo que una tarde siendo ya adolescente me introduje en su casa que ya no era su casa sino apenas el museo zorrilla y me vinieron ganas retroactivas de hablarle de sentarme con él en el tranvía de las seis y cuarto
En este medio siglo por supuesto he leído sobre su vida y obra sobre su fe y talante
El tranvía sigue galopando en la niebla con él viejo y yo niño con él sólo y yo sólo
Pero nunca he sabido qué hacía tan temprano en el tramo penúltimo de su cándida gloria
Si dios fuera mujer Mario Benedetti (Uruguay, 1920)
¿Y si dios fuera mujer? pregunta juan sin inmutarse
vaya vaya si dios fuera mujer es posible que agnósticos y ateos no dijéramos no con la cabeza y dijéramos sí con las entrañas
tal vez nos acercáramos a su divina desnudez para besar sus pies no de bronce su pubis no de piedra sus pechos no de mármol sus labios no de yeso
si dios fuera mujer la abrazaríamos para arrancarla de su lontananza y no habría que jurar hasta que la muerte nos separe ya que sería inmortal por antonomasia y en vez de transmitirnos sida o pánico nos contagiaría su inmortalidad
si dios fuera mujer no se instalaría lejana en el reino de los cielos sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno con sus brazos no cerrados su rosa no de plástico y su amor no de ángeles
ay dios mío dios mío si hasta siempre y desde siempre fueras una mujer qué lindo escándalo sería qué venturosa espléndida imposible prodigiosa blasfemia
¿Qué les queda a los jóvenes? Mario Benedetti (Uruguay, 1920)
¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco? ¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo? también les queda no decir amén no dejar que les maten el amor recuperar el habla y la utopía ser jóvenes sin prisa y con memoria situarse en una historia que es la suya no convertirse en viejos prematuros
¿qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de rutina y ruina? ¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas? les queda respirar abrir los ojos descubrir las raíces del horror inventar paz así sea a ponchazos entenderse con la naturaleza y con la lluvia y los relámpagos y con el sentimiento y con la muerte esa loca de atar y desatar
¿qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de consumo y humo? ¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas? también les queda discutir con dios tanto si existe como si no existe tender manos que ayudan abrir puertas entre el corazón propio y el ajeno sobre todo les queda hacer futuro a pesar de los ruines de pasado y los sabios granujas del presente
¿Cuánto me queda? ¿siete? ¿diez? ¿quince setiembres?
¿le pregunto al azar acaso porque sé que el azar no responde?
y así y todo el azar ¿es realmente un azar?
aún no he movido el rey y la torre está quieta o sea que hasta aquí puedo enrocar mis riesgos
no intriuí a mi reloj para mañana no hay por lo tanto garantía de despertar a tiempo
por otra parte sé proteger el sueño con mis gastados párpados de manera que puedo arrimarme soñando a esa espléndida nada nada prometedora
la misma nada en que se despeñaron mis hermanos de siempre también los bienvenidos que un día se malfueron
entre otros mi padre con su asfixia y su postrer mirada de candoroso pánico
¿qué diferencia podrá haber ahí en tan hueco enigma entre las vidas transparentes y las compactas de asco entre los tiernos pechos de la hermosa lujuria y los verdugos con medallas? ¿habrá acabado la noticia? ¿terminado el pronóstico? ¿borrada la memoria? ¿degollado el futuro? la sobornable amnesia del imposible dios ¿será infinita? ¿tal vez la única igualdad posible entre yo mismo y la inminente carava de prójimos será el no ser el no existir?
¿nadie será ni más ni menos inexistente que otros? ¿o por ventura o desventura habrá tal vez un colmo de oscura inexistencia? ¿una nada más nada que las otras?
ante tan humillante incertidumbre ¿no sería mejor confiar tan sólo en nuestras huellas nuestro jadeo nuestro limo en el amor que desentrañan dos vértices de musgo en los odios y los mitos que inventamos en las palabras como norias en las palabras como sueños?
antes que el indecente rasero igualitario del no pensar el no existir no amar no disfrutar no padecer ¿no será preferible la sideral distancia que separa lo justo de lo injusto?
francamente me asquea la rara vecindad de mi no ser con el canalla ahora inexistente mi próximo no prójimo en el amplio vacío
¿cúanto me queda? ¿siete? ¿diez? ¿quince setiembres?
¿y qué es después de todo eso que espera?
¿la noche interminable? ¿un sol sin atenuantes ni crepúsculos? ¿la calima tediosa? ¿la noche? ¿alguna noche? ¿la noche como muro? lo cierto es que no tengo con respecto a esa noche sin murciélagos ninguna expectativa o esperanza
¿o será que la muerte no es realmente mi noche predilecta?
le pregunto al azar al mudo sordo ciego
le pregunto al azar le pregunto al azar
desalentadamente le pregunto al azar que no responde
Mario Benedetti -¿Por qué no hay más viajes a la Luna?
¿Por qué no hay más viajes a la Luna? Mario Benedetti (Uruguay, 1920)
Cuando el bueno de armstrong dio aquellos pasos todos registramos cómo se movía tosco pesado en un suelo blancuzco ¿o era de piedra pómez? ¿quién se acuerda? durante un rato estuvo cavilando y la escafandra o como se llamase impedía que viéramos sus ojos pero juraría que su mirada era de pereza o abulia algo debió explicar a su regreso algo diferente al discurso de gloria que le ordenaron pronunciar eufórico entre medallas flores vítores y guirnaldas algo debió decir en privado a sus jefes algo importante inesperado verbigracia cuando estaba allá arriba caminando como un zoombie en la luna mi general mi coronel pensé en ustedes y se me ocurrió no sé por qué que debía matarlos con urgencia uno a uno dos a dos etcétera o verbigracia dos cuando andaba allá heroico pisando las feísimas arrugas del satélite imaginé que así debía ser la muerte es decir el paisaje de la muerte o verbigracia tres cuando estaba en selene paseando por la nada como un imbécil sentí el asco infinito de la ausencia del hombre y me dije qué mierda estoy haciendo aquí algo así debe haber confesado a sus jefes con su estrenada voz de robot disidente y quizá por eso los dueños del poder postergaron sine die los viajes a la luna.
Aquí en esta vereda impecables lujosos los Grandes Almacenes el Banco y sus Billetes el Diario y sus Pizarras dos galgos un Impala
allá enfrente distintos el farol una escuela dos hombres en campera ciruelas y duraznos las muchachas su risa un frente con balcones tres negritos que miran
te ofrezco el brazo crucemos la Avenida
aquí en esta vereda indiferentes gordos un general de fierro un coronel de apuro un capitán de palo pero ningún soldado
allá enfrente distintos un árbol con su sombra una bandera rota ciruelas y duraznos en el andamio arriba recortados del cielo los obreros que pintan
te ofrezco el brazo crucemos la Avenida
aquí en esta vereda triunfantes inseguros el Oro y sus Gerentes el Odio y sus Ministros mucho mucho Gobierno pero poquito pueblo
allá enfrente distintos un niño que pregunta con un montón de dudas ciruelas y duraznos el sol que pone y quita un muro con verdades y una buena noticia
Con tu puedo y con mi quiero vamos juntos compañero compañero te desvela la misma suerte que a mí prometiste y prometí encender esta candela Con tu puedo y con mi quiero vamos juntos compañero la muerte mata y escucha la vida viene después la unidad que sirve es la que nos une en la lucha Con tu puedo y con mi quiero vamos juntos compañero la historia tañe sonora su lección como campana para gozar el mañana hay que pelear el ahora Con tu puedo y con mi quiero vamos juntos compañero ya no somos inocentes ni el la mala ni en la buena cada cual en su faena porque en esto no hay suplentes Con tu puedo y con mi quiero vamos juntos compañero algunos cantan victorias porque el pueblo paga vidas pero esas muertes queridas van escribiendo la historia Con tu puedo y con mi quiero vamos juntos compañero.
Tengo miedo de verte necesidad de verte esperanza de verte desazones de verte tengo ganas de hallarte preocupación de hallarte certidumbre de hallarte pobres dudas de amarte tengo urgencia de oírte alegría de oírte buena suerte de oírte y temores de oírte o sea resumiendo estoy jodido y radiante quizás más lo primero que lo segundo y también viceversa
Soñamos juntos juntos despertamos el tiempo hace o deshace mientras tanto no le importan tu sueño ni mi sueño somos torpes o demasiado cautos pensamos que no cae esa gaviota creemos que es eterno este conjuro que la batalla es nuestra o de ninguno juntos vivimos sucumbimos juntos pero esa destrucción es una broma un detalle una ráfaga un vestigio un abrirse y cerrarse el paraíso ya nuestra intimidad es tan inmensa que la muerte la esconde en su vacío quiero que me relates el duelo que te callas por mi parte te ofrezco mi última confianza estás sola estoy solo pero a veces puede la soledad ser una llama.
Tengo una soledad tan concurrida tan llena de nostalgias y de rostros de vos de adioses hace tiempo y besos bienvenidos de primeras de cambio y de último vagón.
Tengo una soledad tan concurrida que puedo organizarla como una procesión por colores tamaños y promesas por época por tacto y por sabor.
sin un temblor de más, me abrazo a tus ausencias que asisten y me asisten con mi rostro de vos.
Estoy lleno de sombras de noches y deseos de risas y de alguna maldición
Mis huéspedes concurren, concurren como sueños con sus rencores nuevos su falta de candor. yo les pongo una escoba tras la puerta porque quiero estar solo con mi rostro de vos.
Pero el rostro de vos mira a otra parte con sus ojos de amor que ya no aman como víveres que buscan a su hambre miran y miran y apagan la jornada.
Las paredes se van queda la noche las nostalgias se van, no queda nada.
ahora está más allá de las nubes ramplonas y de unas cimas ágiles que aún no se distinguen y mas allá del trueno y de la araña
demorándose viene como una flor porfiada que vigilara al sol
a lo mejor es eso la vida cotidiana prepara bienvenidas cierra caldos de usura abre memorias vírgenes
pero él no tiene prisa lento viene por fin como su respuesta su pan para la hambruna sus magullados ángeles sus fieles golondrinas
lento pero no lánguido
ni ufano ni aguafiestas sencillamente viene con su afilada hoja y su balanza preguntando ante todo por los sueños y luego por las patrias los recuerdos yacentes y los recién nacidos
lento viene el futuro con sus lunes y sus marzos con sus puños y ojeras y propuestas lento y no obstante raudo como estrella pobre sin nombre todavía convaleciente y lento remordido soberbio modestísimo ese experto futuro que nos inventamos nosotros y el azar cada vez más nosotros y menos el azar.
Los formales y el frío Mario Benedetti (Uruguay, 1920)
Quién iba a prever que el amor ese informal se dedicara a ellos tan formales
mientras almorzaban por primera vez ella muy lenta y él no tanto y hablaban con sospechosa objetividad de grandes temas en dos volúmenes su sonrisa la de ella era como un augurio o una fábula su mirada la de él tomaba nota de cómo eran sus ojos los de ella pero sus palabras las de él no se enteraban de esa dulce encuesta
como siempre o como casi siempre la política condujo a la cultura así que por la noche concurrieron al teatro sin tocarse una uña o un ojal ni siquiera una hebilla o una manga y como a la salida hacía bastante frío y ella no tenía medias sólo sandalias por las que asomaban unos dedos muy blancos e indefensos fue preciso meterse en un boliche
y ya que el mozo demoraba tanto ellos optaron por la confidencia extra seca y sin hielo por favor
cuando llegaron a su casa la de ella ya el frío estaba en sus labios los de él de modo que ella fábula y augurio le dio refugio y café instantáneos
una hora apenas de biografía y nostalgias hasta que al fin sobrevino un silencio como se sabe en estos casos es bravo decir algo que realmente no sobre
él probó sólo falta que me quede a dormir y ella probó por qué no te quedás y él no me lo digas dos veces y ella bueno por qué no te quedás
de manera que él se quedó en principio a besar sin usura sus pies fríos los de ella después ella besó sus labios los de él que a esa altura ya no estaban tan fríos y sucesivamente así mientras los grandes temas dormían el sueño que ellos no durmieron.
Ahora que empecé el día volviendo a tu mirada y me encontraste bien y te encontré mas linda ahora que por fin esta bastante claro donde estas y donde estoy se por primera vez que tendré fuerzas para construir contigo una amistad tan piola que del vecino territorio del amor ese desesperado empezaran a mirarnos con envidia y acabaran organizando excursiones para venir a preguntarnos como hicimos.
Mario Benedetti -Una mujer desnuda y en lo oscuro-
Una mujer desnuda y en lo oscuro Mario Benedetti (Uruguay, 1920)
Una mujer desnuda y en lo oscuro tiene una claridad que nos alumbra de modo que si ocurre un desconsuelo un apagón o una noche sin luna es conveniente y hasta imprescindible tener a mano una mujer desnuda.
Una mujer desnuda y en lo oscuro genera un resplendor que da confianza entonces dominguea el almanaque vibran en su rincon las telarañas y los ojos felices y felinos miran y de mirar nunca se cansan.
Una mujer desnuda y en lo oscuro es una vocacion para las manos para los labios es casi un destino y para el corazon un despilfarro una mujer desnuda es un enigma y siempre es una fiesta descifrarlo.
Una mujer desnuda y en lo oscuro genera una luz propia y nos enciende el cielo raso se convierte en cielo y es una gloria no se inocente una mujer querida o vislumbrada desbarata por una vez la muerte.
Compañera usted sabe que puede contar conmigo no hasta dos, o hasta diez sino contar conmigo Si alguna vez advierte que la miro a los ojos y una veta de amor reconoce en los míos no alerte sus fusiles ni piense que deliro a pesar de la veta o tal vez porque existes usted puede contar conmigo Si otras veces me encuentra huraño sin motivo ni piense que flojera igual puede contar conmigo pero hagamos un trato yo quisiera contar con ustedes tan lindo saber que usted existe uno se siente vivo y cuando digo esto quiero decir contar aunque sea hasta cinco no ya para que acuda presuroso en mi auxilio sino para sabera ciencia cierta que usted sabe que puede contar conmigo..
Tu no eres esa, yo no soy ese, esos, los que fuimos antes de ser nosotros.
Eras si pero ahora suenas un poco a mi. Era si pero ahora vengo un poco de ti.
Táctica y estrategia Mario Benedetti (Uruguay, 1920)
Mi táctica es mirarte aprender como sos quererte como sos mi táctica es hablarte y escucharte construir con palabras un puente indestructible mi táctica es quedarme en tu recuerdo no sé cómo ni sé con qué pretexto pero quedarme en vos mi táctica es ser franco y saber que sos franca y que no nos vendamos simulacros para que entre los dos no haya telón ni abismos mi estratégia es en cambio más profunda y más simple mi estrategia es que un día cualquiera no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites
No te quedes inmóvil al borde del camino no congeles el júbilo no quieras con desgana no te salves ahora ni nunca.
No te salves no te llenes de calma no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo no dejes caer lo párpados pesados como juicios no te quedes sin labios no te duermas sin sueño no te pienses sin sangre no te juzgues sin tiempo.
Pero si pese a todo no puedes evitarlo y congelas el jubilo y quieres con desgana y te salvas ahora y te llenas de calma y reservas del mundo sólo un rincón tranquilo y dejas caer los párpados pesados como juicios y te secas sin labios y te duermes sin sueño y te piensas sin sangre y te juzgas sin tiempo y te quedas inmóvil al borde del camino y te salvas entonces no te quedes conmigo
No me pongas la capucha Mario Benedetti (Uruguay, 1920)
Siento que mi pueblo escucha cuando canto lo que siento. Ganapán del escarmiento, no me pongas la capucha. No vas a conseguir nada: no claudico ni me entrego debajo del trapo ciego no está ciega mi mirada. Andá haciéndote a la idea de que pese a tus sanciones, tu miedo y tus precauciones, te miro aunque no te vea. Mientras tiembla tu victoria que es de barro y es de Pirro, tu rostro de pobre esbirro lo he aprendido de memoria. Siento que mi pueblo escucha cuando canto lo que siento. Ganapán del escarmiento, no me pongas la capucha. Hay algunas leyes viejas que son casi permanentes: en tu voz están tus dientes, tu nariz y tus orejas, y en tu rencor asustado y en tu alarido del día están tu mirada fría y hasta tu ceño arrugado. Te miro aunque no es lo mismo, te miro aunque no te escupa. Mi memoria es una lupa que repasa tu sadismo. Mirá que sigue la lucha y sigue el pueblo despierto. No te suplico. Te advierto: no me pongas la capucha.
Luna congelada Mario Benedetti (Uruguay, 1920) Con esta Soledad alevosa tranquila
con esta soledad de sagradas goteras de lejanos aullidos de monstruoso silencio de recuerdos al firme de luna congelada de noche para otros de ojos bien abiertos
Que uno tiene que buscarlo y dárselo... Que nadie establece normas, salvo la vida... Que la vida sin ciertas normas pierde formas... Que la forma no se pierde con abrirnos... Que abrirnos no es amar indiscriminadamente... Que no está prohibido amar... Que también se puede odiar... Que la agresión porque sí, hiere mucho... Que las heridas se cierran... Que las puertas no deben cerrarse... Que la mayor puerta es el afecto... Que los afectos, nos definen... Que definirse no es remar contra la corriente... Que no cuanto más fuerte se hace el trazo, más se dibuja... Que negar palabras, es abrir distancias... Que encontrarse es muy hermoso... Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida... Que la vida parte del sexo... Que el por qué de los niños, tiene su por qué... Que querer saber de alguien, no es sólo curiosidad... Que saber todo de todos, es curiosidad malsana... Que nunca está de más agradecer... Que autodeterminación no es hacer las cosas solo... Que nadie quiere estar solo... Que para no estar solo hay que dar... Que para dar, debemos recibir antes... Que para que nos den también hay que saber pedir... Que saber pedir no es regalarse... Que regalarse en definitiva no es quererse... Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos... Que para que alguien sea, hay que ayudarlo... Que ayudar es poder alentar y apoyar... Que adular no es apoyar... Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara... Que las cosas cara a cara son honestas... Que nadie es honesto porque no robe... Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo... Que para sentir la vida hay que olvidarse que existe la muerte... Que se puede estar muerto en vida... Que se siente con el cuerpo y la mente... Que con los oídos se escucha... Que cuesta ser sensible y no herirse... Que herirse no es desangrarse... Que para no ser heridos levantamos muros... Que sería mejor construir puentes... Que sobre ellos se van a la otra orilla y nadie vuelve... Que volver no implica retroceder... Que retroceder también puede ser avanzar... Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol...
Cómo hacerte saber que nadie establece normas, salvo la vida?
Lo han cubierto de afiches, de pancartas De voces en los muros De agravios retroactivos De honores a destiempo
Lo han transformado en pieza de consumo En memoria trivial En ayer sin retorno En rabia embalsamada
Han decidido usarlo como epílogo Como última thule de la inocencia vana Como añejo arquetipo de santo o Satanás.
Y quizás han resuelto que la única forma De desprenderse de él O dejarlo al garete Es vaciarlo de lumbre Convertirlo en héroe De mármol o de yeso Y por lo tanto inmóvil Mejor como mito Silueta o fantasma Del pasado pisado
Sin embargo los ojos incerrables del Che miran como si no pudieran no mirar asombrados tal ve de que el mundo no entienda que treinta años después sigue bregando dulce y tenaz por la dicha del hombre.
Porque te tengo y no porque te pienso porque la noche está de ojos abiertos porque la noche pasa y digo amor porque has venido a recoger tu imagen y eres mejor que todas tus imágenes porque eres linda desde el pie hasta el alma porque eres buena desde el alma a mí porque te escondes dulce en el orgullo pequeña y dulce corazón coraza
porque eres mía porque no eres mía porque te miro y muero y peor que muero si no te miro amor si no te miro
porque tú siempre existes dondequiera pero existes mejor donde te quiero porque tu boca es sangre y tienes frío tengo que amarte amor tengo que amarte aunque esta herida duela como dos aunque te busque y no te encuentre y aunque la noche pesa y yo te tenga y no.
Pongo estos seis versos en mi botella al mar con el secreto designio de que algún día llegue a una playa casi desierta y un niño la encuentre y la destape y en lugar de versos extraiga piedritas y socorros y alertas y caracoles.
Se me ocurre que vas a llegar distinta no exactamente mas linda ni mas fuerte ni mas dócil ni mas cauta tan solo que vas a llegar distinta como si esta temporada de no verme te hubiera sorprendido a vos también quizá porque sabescomo te pienso y te enumero
después de todo la nostalgia existe aunque no lloremos en los andenes fantasma lesni sobre las almohadas de candor ni bajo el cielo opaco
yo nostalgio tu nostalgias y como me revienta que el nostalgie
tu rostro es la vanguardia tal vez llega primero porque lo pinto en las paredes con trazos invisibles y seguros
no olvides que tu rostro me mira como pueblo sonríe y rabia y canta como pueblo y eso te da una lumbre inapagable ahora no tengo dudas vas a llegar distinta y con señales con nuevas con hondura con franqueza
se que voy a quererte sin preguntas se que vas a quererme sin respuestas
Balada del mal genio Mario Benedetti (Uruguay, 1920)
Hay días en que siento una desgana de mí, de ti, de todo lo que insiste en creerse y me hallo solidariamente cretino apto para que en mí vacilen los rencores y nada me parezca un aceptable augurio.
Días en que abro el diario con el corazón en la boca como si aguardara de veras que mi nombre fuera a aparecer en los avisos fúnebres seguido de la nómina de parientes y amigos y de todo indócil personal a mis órdenes.
Hay días que ni siquiera son oscuros días en que pierdo el rastro de mi pena y resuelvo las palabras cruzadas con una rabia hecha para otra ocasión digamos, por ejemplo, para noches de insomnio.
Días en que uno sabe que hace mucho era bueno bah tal vez no hace tanto que salía la luna limpia como después de jabón perfumado y aquello si era auténtica melancolía y no este malsano, dulce aburrimiento.
Bueno, esta balada sólo es para avisarte que en esos pocos días no me tomes en cuenta.
Digamos que te alejas definitivamente hacia el pozo de olvido que prefieres, pero la mejor parte de tu espacio, en realidad la única constante de tu espacio, quedará para siempre en mí, doliente, persuadida, frustrada, silenciosa, quedará en mí tu corazón inerte y sustancial, tu corazón de una promesa única en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.
Después de ese dolor redondo y eficaz, pacientemente agrio, de invencible ternura, ya no importa que use tu insoportable ausencia ni que me atreva a preguntar si cabes como siempre en una palabra. Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche desgarradoramente idéntica a las otras que repetí buscándote, rodeándote. Hay solamente un eco irremediable de mi voz como niño, esa que no sabía.
Ahora que miedo inútil, qué vergüenza no tener oración para morder, no tener fe para clavar las uñas, no tener nada más que la noche, saber que Dios se muere, se resbala, que Dios retrocede con los brazos cerrados, con los labios cerrados, con la niebla, como un campanario atrozmente en ruinas que desandará siglos de ceniza. Es tarde. Sin embargo yo daría todos los juramentos y las lluvias, las paredes con insultos y mimos, las ventanas de invierno, el mar a veces, por no tener tu corazón en mí, tu corazón inevitable y doloroso en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.
Para matar al hombre de la paz para golpear su frente limpia de pesadillas tuvieron que convertirse en pesadilla para vencer al hombre de la paz tuvieron que concretar todos los odios y además los aviones y los tanques para batir al hombre de la paz tuvieron que bombardearlo hacerlo llama porque el hombre de la paz era una fortaleza
para matar al hombre de la paz tuvieron que desatar la guerra turbia para vencer al hombre de la paz y acallar su voz modesta y taladrante tuvieron que empujar el terror hasta el abismo y matar más para seguir matando para batir al hombre de la paz tuvieron que asesinarlo muchas veces porque el hombre de la paz era una fortaleza
para matar al hombre de la paz tuvieron que imaginar que era una tropa una armada una hueste una brigada tuvieron que creer que era otro ejército pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo y tenía en sus manos un fusil y un mandato y eran necesarios más tanques más rencores más bombas más aviones más oprobios porque el hombre de la paz era una fortaleza
para matar al hombre de la paz para golpear su frente limpia de pesadillas tuvieron que convertirse en pesadilla para vencer al hombre de la paz tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte matar y matar más para seguir matando y condenarse a la blindada soledad para matar al hombre que era un pueblo tuvieron que quedarse son el pueblo
Los perros románticos Roberto Bolaño (Chile, 1953-2003)
En aquel tiempo yo tenía veinte años y estaba loco. Había perdido un país pero había ganado un sueño. Y si tenía ese sueño lo demás no importaba. Ni trabajar ni rezar ni estudiar en la madrugada junto a los perros románticos. Y el sueño vivía en el espacio de mi espíritu. Una habitación de madera, en penumbras, en uno de los pulmones del trópico. Y a veces me volvía dentro de mí y visitaba el sueño: estatua eternizada en pensamientos líquidos, un gusano blanco retorciéndose en el amor. Un amor desbocado. Un sueño dentro de otro sueño. Y la pesadilla me decía: crecerás. Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto y olvidarás. Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen. Estoy aquí, dije, con los perros románticos Y aquí me voy a quedar.
Los detectives helados Roberto Bolaño (Chile, 1953-2003)
Soñé con detectives helados, detectives latinoamericanos que intentaban mantener los ojos abiertos en medio del sueño. Soñé con crímenes horribles Y con tipos cuidadosos que procuraban no pisar los charcos de sangre y al mismo tiempo abarcar con una sola mirada el escenario del crimen. Soñé con detectives perdidos en el espejo convexo de los Arnolfini: nuestra época, nuestras perspectivas, nuestros modelos del Espanto
La poesía entra en el sueño como un buzo en el lago. La poesía, más valiente que nadie, entra y cae a plomo en un lago infinito cono Loch Ness o turbio e infausto como el lago Batalón. Contempladla desde el fondo: un buzo inocente envuelto en las plumas de la voluntad. La poesía entra en el sueño como un buzo muerto en el ojo de Dios.
Al término de tres generaciones vuelvo a los campos de los Acevedo, que fueron mis mayores. Vagamente los he buscado en esta vieja casa blanca y rectangular, en la frescura de sus dos galerías, en la sombra creciente que proyectan los pilares, en el intemporal grito del pájaro, en la lluvia que abruma la azotea, en el crepúsculo de los espejos, en un reflejo, un eco, que fue suyo y que ahora es mío, sin que yo lo sepa. He mirado los hierros de la reja que detuvo las lanzas del desierto, la palmera partida por el rayo, los negros toros de Aberdeen, la tarde, las casuarinas que ellos nunca vieron. Aquí fueron la espada y el peligro, las duras proscripciones, las patriadas; firmes en el caballo, aquí rigieron la sin principio y la sin fin llanura los estancieros de las largas leguas. Pedro Pascual, Miguel, Judas Tadeo... Quién me dirá si misteriosamente, bajo este techo de una sola noche, más allá de los años y del polvo, más allá del cristal de la memoria, no nos hemos unido y confundido, yo en el sueño, pero ellos en la muerte.
Inferno, V, 129 Jorge Luis Borges (Argentina, 1899-1986)
Dejan caer el libro, porque ya saben que son las personas del libro. (Lo serán de otro, el máximo, pero eso qué puede importarles.) Ahora son Paolo y Francesca, no dos amigos que comparten el sabor de una fábula. Se miran con incrédula maravilla. Las manos no se tocan. Han descubierto el único tesoro; han encontrado al otro. No traicionan a Malatesta, porque la traición requiere un tercero y sólo existen ellos dos en el mundo. Son Paolo y Francesca y también la reina y su amante y todos los amantes que han sido desde aquel Adán y su Eva en el pasto del Paraíso. Un libro, un sueño les revela que son formas de un sueño que fue soñado en tierras de Bretaña. Otro libro hará que los hombres, sueños también, los sueñen.
Jorge Luis Borges -Inscripcción en cualquier sepulcro-
Inscripción en cualquier sepulcro Jorge Luis Borges (Argentina, 1899-1986)
No arriesgue el mármol temerario gárrulas transgresiones al todopoder del olvido, enumerando con prolijidad el nombre, la opinión, los acontecimientos, la patria. Tanto abalorio bien adjudicado está a la tiniebla y el mármol no hable lo que callan los hombres. Lo esencial de la vida fenecida —la trémula esperanza, el milagro implacable del dolor y el asombro del goce— siempre perdurará. Ciegamente reclama duración el alma arbitraria cuando la tiene asegurada en vidas ajenas, cuando tú mismo eres el espejo y la réplica de quienes no alcanzaron tu tiempo y otros serán (y son) tu inmortalidad en la tierra.